Corrompen tu carne las babas añejas,
inmundos regueros de afán filicida;
viciosos sin alma de mente torcida
persiguen, lascivos, la flor que bosquejas.
Los sátiros gozan la impúdica hazaña
ocultos tras roles de vida intachable
e inmunes cometen su acción execrable
vejando tu cuerpo con pútrida saña.
Un limo de oprobio te ciñe la piel,
tu mente perfila su albor de locura:
misérrimas horas de ergástula oscura,
de bilis y acíbar, de abyecto burdel…
Tus ojos esgrimen el yermo vacío
de savia corrupta; de tierra impostora.
Mujer germinaste… ¡maldita la hora!
el hombre no quiere tu libre albedrío.
La inquina del hambre, su adusta miseria,
baldonan tu casa, el gozo de ayer;
la infante alegría fenece en tu ser,
deseos lobunos sajaron su arteria.