Hay pérdidas
que cambian el curso de los días
a través de Hace ciento ocho meses atrás — Emociones encadenadas
Una pétrea figura
fue testigo
hace ciento ocho meses atrás.
Los tejados quedaron mudos
—durante ciento ocho segundos.
Ninguno viró su veleta en su dirección.
Las antenas medían entonces,
la velocidad del viento,
en su lugar.
Una electricidad lúgubre inundó
el ambiente.
Los gorriones
dieron ciento ocho vueltas
con ciento ocho aleteos,
premonizando en sus alas
—y pinzando con sus plumas—
cada sensación voluble en el aire.
Los muros enseñaron cicatrices
y desconchones en sus fachadas
—aún sin revestir de blanco.
Caían ciento ocho costras
llorando el momento, por el que el suelo
se llenó de ríos de sangre incolora
—porque nadie había pinchado
su superficie para verla sangrar.
Los árboles tiraron el ropaje ramado
que vestían mientras hacían un camino
señalando una emigración sin residencia,
silenciosa y sin causa,
ni necesidad.
Ciento ocho entradas al instante congelado
donde todo se repite.
Sin salida
sin entrada,
sin camino,
sin una visita
a ese mosaico sepulcral
—faltante aún,
ahora —
teniendo en mi pecho,
tu vida
y en mis manos,
un ramo de crisantemos.
Gema Albornoz
Debe estar conectado para enviar un comentario.