Planeta del Al-Arde
María Montés
En los valles muertos
bajo el sol ardiente,
parece que todos padecieran delirio de persecución.
Buscan desesperadamente la sombra
de los árboles que talan,
y de los que no siembran
por presumir una gran terraza ahumada.
Las bestias se joroban,
cubren sus cráneos,
mientras el verdugo les da latigazos
y les desnuda la agonía
lavada en sudor.
Lanzan maldiciones al sol
y su brillo los curte aún más,
claman a las nubes por lluvia
y son arrastrados por el leviatán desbocado
por falta de selva.
Mira a esos idólatras allí:
rechinando contra la falsedad
con sus zapatos lustrados,
cubriendo sus cabellos postizos
y precalentados;
mira y ríe,
por cómo cruzan supersticiosamente
los cuchillos.
Pero
¿a dónde creen que van?,
si la vanidad y la envidia es una injuria a la naturaleza,
¿a dónde van cuando el sol y la lluvia importunan?,
¿a dónde van?
—repite una y otra vez mi mente—
¿A dónde…?