Profetización apocalíptica

«The comet will soon become visible to the naked eye»
Omega: the Last Days of the World, by Camille Flammarion; 1894

El pájaro negro liderará las almas
de las aves blancas subyugadas por su belleza.
La multitud se dirigirá al omega encripto
por encima de cualquier puerta hacia el fin.
Los bienaventurados cruzarán el pórtico
limítrofe sin distinción, a las tres en punto.
Los malaventurados esperarán la señal
del oráculo para unirse a la estampida
tras la declaración caótica terminal.
Los fanáticos militarán por el despotismo
digital mientras que los sumisos calculan
las cifras. El destino se dibujará en los rostros
y se dejará adivinar la decadencia de sus despedidas.
Los extraños se dirigirán a ti sin titubeos
y excitará la envidia de quienes te conocen sin hablarte.
La expectación y la no certeza vagarán libremente
y serán catástrofe anunciando las horas finales.
La contaminación atmosférica envenenará de sofocación
y cambiará la red alimentaria sin romperla, sin romperla.
Moldeando las transformaciones que acompañan al misterio
de lo inevitable antes de tiempo. Antes del fin, antes del fin.
Nadie sufrirá la tortura de querer lograr lo inalcanzable
puesto que tras cumplir el designio terrenal pasará al observatorio
celestial donde sólo será juez, dios de lo que la noche traerá
y dios de lo que el día se lleva. Y no al revés. Y nadie sufra. Y nadie sufra
su muerte sino millones de muertes ajenas,
como humano aterrado y marinero del cielo,
solitario y superviviente de las islas terrestres,
profetizando en las estrellas, los últimos días del mundo.

Maltrato

Ese querer de gritos y estilete,
de talle agostado y ánima rota,
de hueco perdón e impía derrota,
de golpes en manojo y ramillete.

Ese querer no es más que un vil grillete
de furia visceral y palabrota,
de pavor enraizado que le acota
el sentir como el filo de un machete.

El sollozo de un alma desgarrada
uncida a la montura del quebranto
sabiendo que su vida está acabada.

Con la pena sellada a cal y canto
y el dolor  en el filo de su almohada
se abandona a la urdimbre del espanto.

(Dedicado a todas las víctimas de maltrato)

Rosa María Lorenzo

Vidas que fueron

En el entresuelo de una pared de mármol gris
—lujo delator de una entidad bancaria—
hay excavados dos nichos contiguos
como si fueran féretros ilustres
de una fachada de claustro
o capilla de catedral.

Cada nicho
alberga vidas
que también fueron ilustres
y que hoy son humildes sombras,
invisibles sombras
ante los ojos de quienes fingen
no saber de pobrezas ni de fracasos.
Un edredón doblado, mullido colchón.
Una desvencijada mochila,
almohada y tenencias que proteger.
Una manta de cuadros desvaídos,
abrigo de noches eternas
y esbozo esquivo de insolencias.

Son vecinos.
Comparten pared
equipo de fútbol
horizonte sin futuro
tetrabriks
desamparo
incomprensión.

Son amigos.
Se dan las buenas noches.
Se desean un buen día.
Ayer tuvieron casa, mujer y trabajo.
Hoy, nada. Ni sueños.
Se extinguen.
Solos.
En sus nichos.

Isabel F. Bernaldo de Quirós (Poema de mi libro “Las farolas caminan la calle, Ediciones Vitruvio, 2017).

El artículo titulado “Aporofobia, en síntesis” que hoy publicó en su blog Borgeano ha sido el detonante que me ha llevado a publicar “Vidas que fueron”, poema que en su día escribí desde el sentimiento de comprensión y solidaridad hacia todas aquellas personas que por diversos motivos han hecho de la calle su “hogar”.

Os dejo el enlace que os llevará directamente al magnífico artículo antes mencionado: https://borgeano.wordpress.com/2017/12/11/aporofobia-en-sintesis/

También podéis acceder a mi blog «Apalabrando los días»:

https://apalabrandolosdias.wordpress.com/2017/12/11/vidas-que-fueron/

Vomitemos las palabras

YO TE CREO

Hace frío, impacable se adentra
en mis tripas.
Se revuelven, dando vueltas
a mi estómago.
Una boca articula palabras,
resuenan mientras
las niego.
“No hubo agresión sexual,
sino una relación consentida y placentera”.

No. No. No. Tres veces no.

El café enluta,
se hace más amargo.
Probablemente, ya han destrozado
la corona de Puta sobre su cabeza.
Probablemente, siga con una vida
fraccionada.
Probablemente, quienes escuchamos
cómo una víctima habla de una agresión
sexual, en un portal, la vivimos
repitiendo lo que ella ya vivió,
siempre que no vomitemos las palabras
perdidas en aquel portal. Y levantemos
el vómito más alto que su propia voz.

Mi bandera

Crumpled. Gerd Altmann. CC0 Creative Commons.

Mi bandera
perdió el color
y las siglas.

Ondeó, tantas veces,
su historia que decidió
desteñirse; ser blanca,
inmaculada.
Sensata
ante cualquier presión
que arremetiese contra mí.

Esa mi bandera.

Mi bandera
espera en silencio,
adentro.

Sale a corazón abierto
con las sonrisas que veo.

Eleva un cántico en coro
con arterias y venas.

Todo mi cuerpo
hace reverencia
cuando aparece.

¿Dónde mi patria? —pregunta.
¿Cuál mi emblema? —cuestiona.
Tierra—le digo.

Tierra calma
para la cosecha,
cuando llega
nueva primavera.

Cuando entonces.
Cuando nueva primavera
llega.

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Pederasta

NIÑOS-700

Imágenes de la pintora Margaret Keane.

Sientes que te quema el deseo.
¡Víbora que asaltas a niños, amparado
en la densa vegetación de su ingenuidad!
Clavas tus colmillos edulcorados
e inyectas sutilmente el veneno de tu abuso
adormeciendo,
matando sus sentidos,
lento
lento
lento…
¡Miedo!
Veneno
más veneno,
lento
lento
lento…

Gritarás un día tu inocencia
¡cobarde!
y aullarás vergüenza aparente
en el cadalso de tu pública agonía
ante el dedo acusador
de cuantos pudieron sobrevivir
a los efectos traumáticos de tu lascivia.
Ante el fiscal de la Vida.
En cualquier juzgado.
Cualquier día.
¡Justicia!

Isabel F. Bernaldo de Quirós
Poema de mi libro «Las farolas caminan la calle» (Ediciones Vitruvio, Colección Baños del Carmen, 2017).

La noche fue larga  – Emociones encadenadas

La noche fue larga.
Vi a Lorca,
hace 81 años,
con unos focos sobre él.
Antes de su “Yo confieso”
la luna se fue.
No quiso verlos.
No verá el amanecer.
La noche fue larga.
La luna se fue.

Picasso y Dalí gritan:
¡No tenemos miedo!

Elefantes rojos,
rosas levitando.
Mis paredes
y la vida de azul.

La noche fue larga.
La luna se fue.
Sueño que no florezca el terror
donde otros siembran miedos.
¡No tenemos miedo!— gritan.

Que no se aplauda el dolor
donde quien pena
batallas libró
por ríos rojos en el asfalto.
¡No tenemos miedo! —gritan.

Que tiemble la tierra
por las letales pisadas
de quien se abandera de paz,
de cordura, de esperanza,
de vida, de unidad,
de lucha contra la injusticia
armada;
quien no se cansará de gritar:

¡No tenemos miedo!

¡Basta ya!
Gema Albornoz