Mirando las joyas

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Hoy me paré a mirar un viejo escaparate

es de una joyería estable en mi camino;

y me vino a la mente algún lugar lejano

letal para ese niño obrero de la mina.

Hoy es San Valentín las joyas se cotizan

soles, lunas, y el brillo aciago que conecta

y así, cuenta me doy, que la gema es humana.

El niño que separa el oro del mercurio

el veneno que el aire expande entre las llamas

la enfermedad no cuenta, el rico compra todo.

Es San Valentín, la luna se ha escondido

y me paro a mirar la vieja joyería

veo por el espejo, el trabajo ilegal

y el mercurio de termómetro entre sus manos…

Metal hiriente, líquidos envenenados

entre la inocencia de millones de niños.

La amalgama está lista, el oro se separa

y las llamas muerden cual peligrosos monstruos

para niños de África, América latina…

«y mi papá es minero y si tenemos hambre…»

La salud se fractura y la familia sufre

mientras la joya brilla un sentimiento oculto.

 

©Julie Sopetrán

Jesús, vuelve (Villancico)

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Porque hoy has vuelto a nacer
vengo a cantarte otra vez.

Nace en el mar, en pateras
o en campos de refugiados,
en la montaña, en los prados,
en el centro, en las afueras,
al borde de las fronteras
y nace y vuelve a nacer
pa que le cante otra vez.

Nace en la paz y en la guerra
entre el más rico y más pobre;
recoge lo que nos sobre
del producto de la tierra,
al Amor, al Bien se aferra
y porque vuelve a nacer
quiero cantarle otra vez.

Y nace en grandes palacios
y en las humildes chabolas;
y a veces, entre las olas
y allí donde no hay espacios
y llora entre los presagios
y porque lo quiero ver
vengo a cantarle otra vez.

Niños que nacen y mueren
otros se quedan perdidos
sin papeles ni apellidos
niños que a todos nos duelen,
nada piden, nada tienen.
Jesús ha vuelto a nacer
y yo le canto otra vez.

©Julie Sopetrán

 

Independiente

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Yo ya nací independiente
soy hija de la post-guerra;
si tenía qué comer
aún se lo debo a la tierra.
Crecí libre entre las ruinas
de un monasterio quemado;
entre piedras y cenizas
leí a Lorca y a Machado.
Pero fue Miguel Hernández
quien me dio a conocer Troya;
porque leí muy despacio
sus Nanas de la cebolla
Mi situación de lectura
me hizo depender del verso;
y mi estado libertino
molestaba al universo.
Así crecí en mi carácter
de dependencia total;
hice de «mi capa un sayo»
y me fui a la capital.
Soñadora, emancipada
trabajadora y consciente;
basé todo en el Amor
para ser independiente
y pensando en los demás
aprendí a ser… sonriente.
Recorrí algunos lugares
lejanos, y el mundo entero;
me pareció soberano
para saber lo que quiero.
Que yo soy de todas partes
a mí me gusta la gente;
y el tiempo corre que vuela
seas o no independiente.
Vete a vivir a una isla
si te gustan las fronteras;
que si no quieres a nadie
es mejor que te perdieras.
Y olvidado entre las aguas
que te cerque la corriente;
que siendo de todas partes
serás más… independiente.

©Julie Sopetrán

Barcelona

GUARDADO POR CAROL AGUILERA EN PINTOREST

Mimos en las Ramblas de Barcelona  – Guardado por Carol Aguilera en Pinterest

Porque me cuesta reaccionar con versos ante la locura. Porque me asustan ciertos mimos. Porque sangro en el alma desconcierto. Porque sólo es el llanto y el silencio ante la herida que se agranda frente a la noticia. Porque no me salen las palabras frente al dolor. Porque se me paralizan los sentidos ante la maldad. Porque me siento débil ante lo perverso… Pero hay un momento , aunque no sepas cuándo… te brotan las palabras, se desborda el alma y dentro, muy dentro, se alborota en desorden la rabia al saber que los inocentes ya somos rehenes de los culpables. Y ahí comprendes que en la tragedia triunfa el amor y no hay  lugar para independencias… En ese instante, todos somos uno, y es ahora, que puedo escribir en acróstico: BARCELONA.

Bruscamente parada la vida entre las flores

Amargo es el perfume de la sangre vertida

Recojo odio en las ruedas de un furgón desbocado

Caballo enloquecido por intrigas ajenas

Encendidas de fobia matando en las aceras

Locura de un dios viejo que trastoca el sentido

O encarcela en las sombras la idea de la vida

No podrá con el miedo, tampoco con el orden

Aunque mate los sueños… ¡Nunca, la libertad!

©Julie Sopetrán

En las calles oscuras

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Huele a llanto en las calles de los presentimientos
la ciudad duerme, el mal se esconde entre las sombras
la noche crea los fantasmas del miedo en las orillas
de las sucias aceras. La lluvia es ácida, contamina,
la química se extiende, las golondrinas ya no vuelven
las abejas se mueren, el campo suda pesticidas;
los sabores perecen y no se escucha la música en la cantina
los jóvenes la llevan puesta en los auriculares
y corren sin meta ni objetivo al son de no se sabe qué ritmo
todo es velocidad, urgencia, premura, displicencia.
La luz intermitente de un televisor relumbra en la ventana
abierta a los desasosiegos del programa basura.
Dos ancianos anestesian el tiempo en la mirada
la cena sin hacer, las patatas fritas tiradas por el suelo
y el manantial sin agua y los labios resecos
y la ansiedad con náuseas porque él se fue con otra
y el periódico, repleto de noticias, sobre la mesa del café
porque todo es mentira… menos los muertos o mandados matar
que aún no se sabe dónde se quedaron…
Y nos siguen matando y lo intuimos, somos la gran rebaja
el estorbo de las grandes acciones del gran poder oculto.
El aire está viciado y lo sabemos y es de noche
y las estelas de los aviones no dejan de cruzarse en el cielo
hasta destruir las verdaderas nubes aquellas que se fueron
y no vuelven ya no vuelven como antes a llover en calma…
Y aún recuerdo, cuando la agricultura era el alivio de los pobres.
Algunos políticos pisotean el hambre y la necesidad
de los más débiles… para después pedir el voto
que los mantenga en la opulencia. La sociedad está ebria
de embustes, se tambalea y aunque quiere estar viva, no puede
hacer frente al vino enmohecido por los aditivos de artificio…
No llego a fin de mes, mientras los niños me dicen que quieren ser políticos
en los paraísos fiscales. Llueve. Veo que los barcos no llegan a la costa
los emigrantes mueren en el intento. Es de noche. La justicia se esconde
los jueces se reúnen con las estrellas, tardarán en volver, todo es lento,
estoy buscando velas para escribir mis versos. Y me acosan
los toques del WhatsApp, son los mensajes tontos que intentan distraerme
de lo que ¿está pasando sin pasar?  Sé que algo se descompone en la mirada,
en el oído, en el tacto, huele a llanto, me sabe amargo el aire,
y he de matar las voces de los presentimientos.

©Julie Sopetrán

Desavenencia

 

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«Cristo crucificado» (detalle), por Diego Velázquez (Museo del Prado).

¿Cómo puedo quejarme en este día
cuando hasta el sol se esconde entre las nubes
para que nada brille en campo injusto?
Muertos en los derribos de la guerra,
mujeres, hombres, niños lastimados,
llanto de la impotencia en el exilio.
Mentiras por doquier en sementeras,
la química en la piel del inocente,
la sangre río abajo ya sin límites…
Políticos limándose las uñas,
espadas encubiertas de patrañas,
poder de las palabras sin paisaje.
El poema se ha roto en las esquinas,
las letras están muertas, no se mezclan,
el esquema visual ya está cifrado
y la razón se pierde en las pantallas.
Reconstruimos las ruinas que son cárceles,
la armonía se rompe en lo mudable.
¿Dónde vamos, venimos, sin trabajo,
puede algún «móvil» darme la respuesta?
¿Cómo puedo quejarme si los niños
no saben por qué mueren entre escombros?
¡Qué inocente dolor entre metralla!
¿Cómo puedo quejarme en este día
de un pequeño dolor, de un día gris
si el tiempo aún no ha curado los agravios
al ver a Dios clavado en una cruz?

©Julie Sopetrán

Tristeza

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Lágrimas llueven
por las calles vacías
donde el silencio grita.
Todas las muertes
son la noche en el puente
por donde cruza el miedo.

©Julie Sopetrán