King and Queen (Dolor y caos)

King of pain,
queen of chaos,
they come to rule
our new realm,
con un halo de fuego,
con sus manos de acero.

Marcan en nuestra frente
el signo de la crueldad.
They invade towns,
and our days end in nightmares
and begin in alarm.

Rey del dolor
inflicted against all.
Reina del caos,
she has torn up our homes.
Now, violence and flames
consume them all.

Los límites de la tristeza
are currently found
in the endless mass graveyard
que solía ser nuestro hogar.

King of pain,
queen of chaos,
they enjoy to separate,
dejar familias rotas,
fathers, sons, daughters,
marido y mujer.

Nos mandan a huir,
to seek for hiding places,
but we will not dissapear
porque no les obedecemos.

14 de abril

 

Labios de dinamita
cruzan el frío de la estepa
y se encuentran.
Los corceles de la luna
y todos los soles de la tierra
se desvelan.
El pueblo ha hablado,
se arma de primavera
y se rebela.

Los cuerpos, las alas,
el sudor, el llanto.
El deseo se desata.
La tierra, el mar,
la muerte, el espanto.
Llega la esperanza.
El amor, la paz,
el pan, el trabajo.
El pueblo y su palabra.

Y así nos encontramos,
libres y desnudos,
en las sábanas de la luna
desatando los campos.
Una vez hace mucho tiempo,
cuando en el Este amanecía
y aquí estaba brotando
su esperanza sin miedo.
Tus ojos y mis ojos
danzaron una vez,
no recuerdo cuando,
pero ardían el fango y el lodo
entre nuestros labios y su latido
sobre las cadenas rotas
y las tierras exigidas
por los que nunca habían existido.

Los labios, los abrazos,
las ideas, las escuelas.
Misiones pedagógicas.
La poesía, el teatro,
la vida, las huelgas.
Reforma agraria.
El pueblo, los cantos,
la lucha, su bandera.
Justicia social.

Sombras fugitivas
a la luz de las estrellas
me llevaron a ti
lejos de la ciudad cautiva.
Y te vi caminar por el desierto,
cruzar los olivos y castillos,
navegar barcos y caminos
borrando el oscuro negro.
Y te vi desatar cadenas,
surcar las máquinas
donde las alas se rompían
y encender las almenas.
Y vi tus labios,
y escuche tu voz,
y te seguí hasta donde
los árboles se amaron.

Pero, ya no sé dónde estás,
te perdí la pista
en los años sin memoria,
pero te recuerdo sobre la estepa,
de pie con nuestra bandera
y no he sabido olvidar
la esperanza de tus ojos
ni tu conciencia despierta.
Y ya no sé dónde estás,
pero te recuerdo
a ti y a tu pueblo heroico
obligado al luto y a la miseria.

Labios de dinamita,
cruzan el frío de la estepa
y se encuentran.
La memoria de los años
y la sed de la tierra
se avivan.
La memoria de tus hijos,
la lucha de tus nietas
se acrecientan.
El pueblo hablará de nuevo,
se armará de primavera,
nuevamente, sobre las alamedas.

Llegaste en primavera
y me encontré con tus labios,
y al pueblo sin tierra
reclamando tu nombre.
Llegaste en primavera,
hija del pueblo trabajador
y ahora pocos te recuerdan,
República Española.
Y cuando intentaron matarte
con un golpe de estado,
de género y de clase
te defendieron con sus vidas,
con cada gota de su sangre
y con el orgullo en el asta.

Y yo ahora te recuerdo,
más que nunca y suspiro
porque sé que ese pueblo
que una vez fuiste
resurgirá sin miedo,
como en aquellos años,
estando dispuesto
a recuperar la vida,
la esperanza, los sueños,
la poesía y la justicia
y como aquel poeta del viento
volverás otra vez,
hecha de nuestras propias manos.

VIVA LA REPÚBLICA

A la columna minera

Escuchasteis la voz de la llamada
y a ella acudisteis sin pensarlo
en aquella premonitoria madrugada
en la que la noche ya clavaba sus garras.

La tierra ha llorado vuestros pasos
llevándose el secreto de vuestros ojos
almas de las flores y de los ocasos
que ahora reinan en mi recuerdo marchito.

Cada uno de los testigos del cielo
porta vuestro nombre imborrable
y cada noche delante de los sueños
aparecen fugaces e inmortales.
Pero no hay ojos con miradas
capaces de ver vuestra estela
y el olvido, de metal y escarcha,
los desgarra cada noche,
cada maldita noche sin vuestras almas
y los deshace con sus falsas promesas
y sus luchas de papel y de baladas.

Pero yo sigo escuchando llorar la tierra
y las flores del campo se vuelven rojas
como vuestro alto corazón sobre las sierras
cruzando desde la mina hasta los llanos
en nombre de la libertad y contra la guerra,
fue la primera voz del alba de los pueblos.
Y siento el dolor de las balas traidoras
cruzando el cielo hasta vuestros pechos,
cuerpos caídos y mutilados en las horas
del clamor del sol y de la noche sin luna.
Donde todo fue esperanza, lloran
los ancianos, los niños y los héroes.
Aún se estremece la calle recorrida
por la noticia de vuestra derrota:
huellas de sangre, llanto y vigilia
caminan por todas sus arrugas,
pero el olvido y el silencio gritan
y ocultan el dolor insoportable
de vuestra segunda muerte tras la vida.

Cada uno de los ríos del corazón minero
se han teñido del color de vuestra sangre,
la que pusisteis frente a los cuervos
y frente a las llamas de la barbarie.
No habrá nuevos obreros ni esperanzas
que no porten cada uno de vuestros nombres
sobre sus frentes y en el centro de sus alas,
mineros y héroes de la patria del pueblo
la de vuestra alta estrella escarlata
dibujada en el centro de su pecho.

El mar ha llorado vuestros pasos,
allí donde partía el mineral usurpado para siempre
de vuestros cuerpos y sudores vallados,
donde el dolor se desvanece en el horizonte.

No hubo despedidas, ni más estrellas
dibujadas sobre el cielo
porque todas las luces bellas
quedaron refugiadas y defendidas
en el valor de vuestros ojos y en sus cuencas.
Ni el metal ni el infierno sobre el río
detuvo vuestros corazones de justicia
ni la muerte lo logrará jamás.

No volverá a haber música en esta tierra
hasta que el negro mar del olvido
devuelva la voz a vuestra garganta fiera,
alta, resonante, cargada de futuro.
Vosotros que empuñasteis la mina misma
para defender la libertad y la justicia
cuando se os fue pedida hasta la vida,
no podréis morir.

Y volveréis a caminar sobre esta tierra,
porque os debemos nuestros labios,
y volveréis victoriosos frente a las arenas,
porque os debemos la voz de nuestras gargantas,
y volveréis empuñando la misma bandera
porque os debemos la poesía y la esperanza,
y volveréis libres sobre esta tierra
porque viviréis para siempre en nuestra memoria.

 

 

Para saber más sobre la columna minera de Riotinto

Mi blog  

El testigo de la luna

La alta luna sobre la noche oscura
miraba pálida las calmadas aguas
y dormía el sueño bajo su cuna,
silencio, calladas las guitarras,
silencio, la calle expectante,
silencio, la sombra acechaba.
No era una noche cualquiera
aquella noche de aquel verano
las calles vacías caían esbeltas
al paso de una famélica legión,
portando en su seno abanderado
la esperanza y en su corazón,
el corazón mismo de la tierra.
Todos formaron, todos avanzaron
su paso firme de atronador barreno,
su voz profunda, el torrente del minero,
su corazón infinito, pilar de todo valor,
y avanzaron bajo la luna sobre la noche oscura,
y la luna miraba inquieta con su sonrisa de plata
y los cantos abandonaron los pueblos y plazas
y fueron clamor de pueblos lejanos y plazas nuevas.
Bajo la luna sobre la noche oscura,
en sus rostros ennegrecidos brotaban
astros de nácar y en sus ojos la luna
brillaba firme y presa de la luz amada,
determinada a iluminar luchas y senderos
por los que transcurriría libre el mañana,
el sueño y el sentir de los puños obreros,
su refulgente luz sigue brillando bajo nuestros días.
No fue la luna la única blanca figura
ni la sombra de la noche su forma más oscura,
sino las ortigas, punzantes y traidoras
que crecieron voraces y hediondas
portando muerte donde vida, llamas
donde sed, yugos donde libertad
y donde esperanza, lágrimas.
Allí en la plaza donde las ortigas
habían crecido, allí en La Pañoleta
a las puertas de Sevilla,
allí donde los mineros cayeron,
allí se pudran todas las malditas ortigas,
viriles y traidoras.

 

El testigo de la luna

Planeta del Al-Arde

Planeta del Al-Arde
María Montés

En los valles muertos
bajo el sol ardiente,
parece que todos padecieran delirio de persecución.

Buscan desesperadamente la sombra
de los árboles que talan,
y de los que no siembran
por presumir una gran terraza ahumada.

Las bestias se joroban,
cubren sus cráneos,
mientras el verdugo les da latigazos
y les desnuda la agonía
lavada en sudor.

Lanzan maldiciones al sol
y su brillo los curte aún más,
claman a las nubes por lluvia
y son arrastrados por el leviatán desbocado
por falta de selva.

Mira a esos idólatras allí:
rechinando contra la falsedad
con sus zapatos lustrados,
cubriendo sus cabellos postizos
y precalentados;
mira y ríe,
por cómo cruzan supersticiosamente
los cuchillos.

Pero
¿a dónde creen que van?,
si la vanidad y la envidia es una injuria a la naturaleza,
¿a dónde van cuando el sol y la lluvia importunan?,
¿a dónde van?
—repite una y otra vez mi mente—
¿A dónde…?

 

Nuevos futuros

Que la desesperanza en la humanidad me salpique la sangre , mas libra a mis trémulos ojos de ver.

Equivocarte en el trazo de tantas formas que
deshacerlo no sea lo suficiente, sino que se deban
crear nuevas formas para arreglar el entuerto.

Apostar tantas veces al caballo perdedor que le
salgan alas a los lomos y pueda trotar por
nuevos prados de universos desconocidos.

Romper tantas veces la línea de la razón que
se la trague el agujero negro y su ciénaga
hermana, mas todo lo que se sumerja en ella.

Equivocarte, apostar y romper con los prejuicios
y contradicciones. Volver a ellos para asirlos,
volverlos a negar, volverlos a negar, negar. ¿Ya?

Manifestación tras la sentencia

«Because men are men, and women are women. We must not fly in the face of nature».
«Are Women People?», 1915.

Alice Duer Miller.

 

Cinco puntas de estrella clavadas en mis ojos.
La custodia de mi espalda
la ejerce mi igual.

Volví a escuchar a
aquellos fantasmas de 1915.
Me susurraban que estaba loca, que
acallase mis neuras y no gritase fuera
de mí —contra natura.

Pasé mi brazo por el suelo,
me deshice de mis ropas y
extendí la mancha del flujo de mi sangre
y mi silencio, haciendo una senda un río.
Despertaron como mariposas sanguinolentas
y echaron a volar. Me quedé desnuda, herida y con
los malditos fantasmas del pasado —pasado, que
nunca fue mejor—, malditos. Lucho por mi propia
humanidad, mientras hay hombres que van contra ella.

Me levanto y alzo mis manos vacías.
Alguien paga un precio y alguien es el precio,
así ha sido hasta ahora. ¿La furia también será ciega?

Cinco puntas de estrella clavadas en mis ojos,
quien me las quita, se las coloca como insignia
y ambos poseemos, con ellas, una distinción.