¡Agoniza!

Con el rostro desnudo de alegría

y la paz arrancada a borbotones;

con el cuero del alma hecho jirones,

la conciencia acomete un nuevo día.

 

Acogido al derecho de ordalía,

no se exime el afán de sus funciones

blandiendo, al sucumbir, preciados dones

aunque el mal lo alancee a sangre fría.

 

¿Dónde está la virtud de aquella España

encendida en el oro de su tierra

balcón de girasoles y amapolas?

 

Hincando en ti su filo la guadaña

segó la libertad, tronó la guerra

regando con tu muerte sus corolas.

 

©Rosa María Lorenzo

Oración en el huerto

“Padre, si es tu voluntad, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.”
Lucas 22:42

Abrir los ojos y cerrar la boca.
Abrir los ojos para no apartar de mí
esta copa. Cerrar la boca para que se haga
mi voluntad y no la de quien olvida que la alerta de vida
es innata al ser. No viene como temporal de lluvia.
Extender las manos y apartar los pies.
Condensar el vapor con palabras que no pronunciaré
al leer un suceso. Suspender el agua de los tejados,
aquellos que no habitas porque reina la provocación.
Y si es posible, aparta de mí a quienes violan,
a quienes sorprenden el alud, a quienes matan.
Aparta de mí, a la misma muerte y a quienes viven
en la desgracia tras atravesar el Mediterráneo
en una balsa de jabón; a quienes apuñalan,
a quienes juegan con los panfletos de desaparecidos
esparcidos por el suelo. Y no atropellaré a la vida que florece
al quebrar la solidez del mismo suelo que piso. Y sus pétalos,
óyeme bien, anidarán mi ánimo. Y llenarán mi copa.

Gema Albornoz

La muerte vino a mi puerta un día


Solo los muertos conocen el fin de la guerra.
–Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y Borrás

Originalmente publicado en: https://poemundo.wordpress.com/2013/04/19/la-muerte/

La muerte vino a mi puerta un día
y no le pude responder
se había roto la cañería
y no le pude atender

la muerte vino a mi puerta un día
y no le pude responder
muchos quehaceres tenía
y no le pude atender

esa noche, pesadillas…

Quién es
La muerte
Qué querés
Tu sangre mi hijo
Sois un peligro
Tus pensamientos
Tus ideales furtivos
Tus testamentos

Aquí no queremos esto
Solo yo decido
Solo yo proscribo
Aquí los machetes son míos
Hijo mío

Vete y vuelve otro día
Que el tiempo resbala
Entre mis manos frías
Y no tengo tiempo
De tonterias

la muerte tocó en mi puerta un día
y no le pude responder
pues escribía poesía
y no le pude atender

más allá de mi ventana
pestilencias emanaban
usurpadores de inocencias
gobiernos sin plazos
carabinas y pelotones
soplos de humo y paredones
la sangre empapando el aire de lágrimas
hasta la lluvia lloraba
preguntas heridas
la razón atada
ilusiones quemadas
banderas de mentiras

da la media vuelta maldita sombra
lleva la pez de tu rostro
lleva tus hedores a otros altares
lleva tu aliento tétrico
lleva la hiel de malestares
y vete a otro planeta
donde eres primus inter pares

que todavía hay soles
con girasoles
todavía hay cielos con alas
todavía hay colores y olores de flores
todavía hay ruiseñores
y quedan lindas palabras

mientras retoza un niño, hay vida
mientras un obrador hiende la tierra, hay vida
mientras voces vuelan en astas, hay vida
mientras la palabra justicia urde en gargantas inquietas, hay vida
mientras existe la poesía, hay vida

la muerte tocó en mi puerta un día
y no le quise responder
preocupado con la vida
y no había por qué temer

la muerte vino a mi puerta un día
y no la pude comprender
no quise compartir en su agonía
ni sus maneras aprender
y en lugar quise seguir riendo
y bebiendo el amanecer
y por seguir viviendo
vi la muerte padecer

Sin rostro

Julio César Mondragón — Víctima del Estado

Julio César Mondragón — Víctima del Estado

Quisieron callar tu voz
creyeron que así lo ocultarían
atacaron como algo no humano
tuvieron miedo de ti.
Ilusos pensaron
que sin rostro no habría voz
y sin voz no habría oposición
ahora es un grito colectivo
No hay redención
La tortura violentó tu sonrisa
también despertó consciencia
se quebró el silencio
En el camino tus seres queridos
sin perdón, sin olvido
con el rostro en alto
sin paz, sin descanso
Quisieron borrar tu rostro
con un puñado de pesos
no se olvida un mensaje de muerte
¡Hoy el grito es más fuerte!

YO

Entre esta nada, estoy Yo.

Con las yemas de los dedos silenciadas,

sin pies ni manos

con el corazón en jirones en su indignación, estoy Yo.

Mi madre  sin útero, mi padre castrado

la sangre que me hace hijo

que no se lava de la memoria,

con mi nombre en sus pupilas cercenadas, estoy Yo.

En esta tierra de lágrimas secas

descalzo del grito de mis huesos

y la voz calcinada

a punta de palabras que nos niegan hasta la muerte,

estoy Yo.

DE OFICIO, DECORADOR

DE OFICIO, DECORADOR

chaplin

Un día el maestro preguntó en la escuela el oficio de los papás. Ángel no supo qué responder; hasta aquel momento no había pensado en que sus papás pudiesen tener un oficio con el que ganarse la vida. Eran sencillamente sus papás. Aquel día, al llegar a casa, lo primero que preguntó a su mamá fue el oficio que tenía:

— Ama de casa, — le respondió.

— ¿Y papá?

La mamá de Ángel no supo qué responder. A Ángel le pareció natural. Era evidente que para mamá, papá era simplemente papá, y que como él, su mamá no se había planteado que papá pudiese tener un oficio con el que ganarse la vida. Al llegar papá a la casa, Ángel fue a su encuentro y no perdió el tiempo en cortesías. Necesitaba saber el oficio de papá.

— Decorador, — respondió su papá con absoluta convicción.

Al día siguiente, Ángel pudo responder en el colegio, con alivio,  que su mamá era ama de casa y su papá decorador. Esas dos respuestas tan tontas afianzaron su confianza entre sus compañeros. Poco le importaba que los papás de sus compañeros tuviesen oficios con más caché y empaque. Se sentía normal e integrado.

Pasaron los años. Ángel nunca volvió a pensar en el oficio de sus papás. No lo necesitó y no le importaba demasiado. Lo único que le importaba es que eran sus papás. Un día, mandado por su mamá, fue a llamar a su papá para comer. Lo encontró en el cuarto de trabajo, al que no debía de pasar.

— ¿Qué haces?

— Busco inspiración para mi obra maestra.

De reojo vio una lámina de un cuadro de Goya en que este había pintado unos fusilamientos de población civil. En una esquina del escritorio reconoció el fotograma de una película en el que se había representado uno de tantos fusilamientos de la revolución mexicana.

— Mamá dice que la comida está lista.

— Vamos, — dijo su papá cerrando los documentos que consultaba.

La comida de aquel día era especial. Papá iba a estar fuera unos días, por cuestiones de trabajo. Después de comer fueron todos al cine, era una de las cosas que solían hacer juntos. Primero dieron un noticiario, luego unos adelantos y después una película de guerra. Aquella noche, Ángel, tras comerse un helado, se despidió de su papá antes de irse a la cama. Al día siguiente no lo vería.

Una semana más tarde, Ángel fue al cine con su mamá. En el noticiario, junto a la tapia de un cementerio reconoció la obra de arte que su padre estaba consultando cuando entró al despacho. Era clavadita a los fusilamientos de Goya. Los muertos, según el noticiario, eran terroristas y opositores al régimen de un presidente, oculto tras unas gafas de sol muy oscuras, de nombre impronunciable.

Relato de Josep García. (Salvela)