Oración en el huerto

“Padre, si es tu voluntad, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.”
Lucas 22:42

Abrir los ojos y cerrar la boca.
Abrir los ojos para no apartar de mí
esta copa. Cerrar la boca para que se haga
mi voluntad y no la de quien olvida que la alerta de vida
es innata al ser. No viene como temporal de lluvia.
Extender las manos y apartar los pies.
Condensar el vapor con palabras que no pronunciaré
al leer un suceso. Suspender el agua de los tejados,
aquellos que no habitas porque reina la provocación.
Y si es posible, aparta de mí a quienes violan,
a quienes sorprenden el alud, a quienes matan.
Aparta de mí, a la misma muerte y a quienes viven
en la desgracia tras atravesar el Mediterráneo
en una balsa de jabón; a quienes apuñalan,
a quienes juegan con los panfletos de desaparecidos
esparcidos por el suelo. Y no atropellaré a la vida que florece
al quebrar la solidez del mismo suelo que piso. Y sus pétalos,
óyeme bien, anidarán mi ánimo. Y llenarán mi copa.

Gema Albornoz

Ruqia Hassan

Ruqia Hassan

Ruqia Hassan

Yo no sabía tu nombre de flor del desierto
de Siria, y hoy lo pronuncio con el aliento triste
de la muerte abriendo la puerta a la lista
interminable de nombres de mujer con aroma
de jazmines, grito
de majestuosa dignidad, “mejor morir, morir,
que vivir humillada
 —dijiste— por esos tipos
que nos imponen su poder
”.

Yo no sabía tu nombre, el que abre la esperanza de los pueblos
y la libertad de sus mujeres. Ruqia Hassan,
asesinada en Raqa. “Seguramente
seré detenida
y decapitada —
lo sabías—,
pero conservaré mi dignidad”. Y al corazón
del mundo
llega el aliento de tus últimas palabras; y enmudece
el mundo
porque
tu juventud está hecha
de sabiduría y honradez,
de la belleza imparable de la vida
que otra vez, ¡ay, el alma y la memoria de Hypatia de Alejandría!,
harán sangre en sus manos aquellos que interpretan
los designios de los hombres y los deseos de Dios
para justificar sus crímenes en todas las ciudades
y los pueblos ocupados. Contra ellos
nada valen tu valor y el conocimiento de la filosofía,
pero saben que puede más que ellos la verdad que ilumina
tus sólo treinta años contra el totalitarismo de velos
y nicabs negros, crucifixiones,
decapitaciones, torturas,
flagelaciones públicas en las plazas de Raqa,
la ciudad que está siendo aniquilada
silenciosamente.

El valle del Eúfrates se ahoga en sangre;
yo no sabía tu nombre ni la alegría de los pétalos blancos
de sus letras, y ahora tengo en mis manos
todo el terror que desangra a Siria y no sé qué hacer
con las bombas aliadas
ni con el horror del Califato. Tú estás muerta
y tu muerte defiende nuestras vidas, pero sé
que no será suficiente
si seguimos callados ante el crimen.

Julio González Alonso
lucernarios.net


Con tristeza ante la realidad, comparto este poema con los lectores de Arte y denuncia, para hacer notar lo que está ocurriendo a nuestro alrededor. Un poema del extraordinario poeta Julio González Alonso, que me ha conmovido intensamente. Ruqia Hassan se adentra en nuestras vidas, nos habla de lo que está pasando. Es importante que reflexionemos ante su muerte. Ruqia Hassan tenía 30 años, fue acusada de espionaje y asesinada por decir la verdad, murió en manos de los yihadistas por contar lo que estaba pasando en su ciudad.
Julie Sopetrán

‘Ciutat morta’: impotencia, rabia, dolor…, miedo

la recacha

Indignación, impotencia, rabia, dolor…, miedo. Cuando veáis ‘Ciutat morta’ (Ciudad muerta) lo entenderéis. Si ya habéis visto el documental valiente de Xapo Ortega y Xavier Artigas, periodismo comprometido, del que toma partido por la justicia (la real, no la institucional) sin ambigüedades, imagino que, como me pasa a mí, no habéis podido dejar de darle vueltas desde entonces.

Es muy inquietante llegar a la conclusión de que lo que hicieron con los chicos del llamado caso ‘4F’ podría pasarle a cualquiera. Puedo llegar a entender que la policía se equivoque al detener a los presuntos culpables de un incidente tan lamentable como la agresión que sufrió aquel 4 de febrero de 2006 un agente de la guardia urbana de Barcelona, que lo dejó al borde de la muerte por un terrible impacto en la cabeza.

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DE OFICIO, DECORADOR

DE OFICIO, DECORADOR

chaplin

Un día el maestro preguntó en la escuela el oficio de los papás. Ángel no supo qué responder; hasta aquel momento no había pensado en que sus papás pudiesen tener un oficio con el que ganarse la vida. Eran sencillamente sus papás. Aquel día, al llegar a casa, lo primero que preguntó a su mamá fue el oficio que tenía:

— Ama de casa, — le respondió.

— ¿Y papá?

La mamá de Ángel no supo qué responder. A Ángel le pareció natural. Era evidente que para mamá, papá era simplemente papá, y que como él, su mamá no se había planteado que papá pudiese tener un oficio con el que ganarse la vida. Al llegar papá a la casa, Ángel fue a su encuentro y no perdió el tiempo en cortesías. Necesitaba saber el oficio de papá.

— Decorador, — respondió su papá con absoluta convicción.

Al día siguiente, Ángel pudo responder en el colegio, con alivio,  que su mamá era ama de casa y su papá decorador. Esas dos respuestas tan tontas afianzaron su confianza entre sus compañeros. Poco le importaba que los papás de sus compañeros tuviesen oficios con más caché y empaque. Se sentía normal e integrado.

Pasaron los años. Ángel nunca volvió a pensar en el oficio de sus papás. No lo necesitó y no le importaba demasiado. Lo único que le importaba es que eran sus papás. Un día, mandado por su mamá, fue a llamar a su papá para comer. Lo encontró en el cuarto de trabajo, al que no debía de pasar.

— ¿Qué haces?

— Busco inspiración para mi obra maestra.

De reojo vio una lámina de un cuadro de Goya en que este había pintado unos fusilamientos de población civil. En una esquina del escritorio reconoció el fotograma de una película en el que se había representado uno de tantos fusilamientos de la revolución mexicana.

— Mamá dice que la comida está lista.

— Vamos, — dijo su papá cerrando los documentos que consultaba.

La comida de aquel día era especial. Papá iba a estar fuera unos días, por cuestiones de trabajo. Después de comer fueron todos al cine, era una de las cosas que solían hacer juntos. Primero dieron un noticiario, luego unos adelantos y después una película de guerra. Aquella noche, Ángel, tras comerse un helado, se despidió de su papá antes de irse a la cama. Al día siguiente no lo vería.

Una semana más tarde, Ángel fue al cine con su mamá. En el noticiario, junto a la tapia de un cementerio reconoció la obra de arte que su padre estaba consultando cuando entró al despacho. Era clavadita a los fusilamientos de Goya. Los muertos, según el noticiario, eran terroristas y opositores al régimen de un presidente, oculto tras unas gafas de sol muy oscuras, de nombre impronunciable.

Relato de Josep García. (Salvela)