La Interpol ha dictado una orden urgente para que el gobierno español extradite a Argentina a veinte altos cargos franquistas con el fin de que sean juzgados en el proceso abierto para investigar los crímenes de una dictadura sangrienta, cuyas raíces continúan bien ancladas en las estructuras de poder españolas.
El Ministro de (In)Justicia español, Rafael Catalá, ya ha adelantado que no piensan hacer nada, porque se trata de crímenes prescritos en base a la indecente Ley de Amnistía de 1977, que deja en el limbo a las cientos de miles de víctimas del franquismo que continúan desaparecidas, enterradas en fosas comunes y cunetas.
En España gobierna un partido heredero de aquel régimen, que jamás ha condenado sus crímenes, ni lo hará, y que hace oídos sordos a las resoluciones de la ONU y de la justicia internacional.
Hace un año y medio escribí el siguiente poema, que me temo que seguirá de actualidad aún por mucho tiempo.
Miles de voces apagadas,
desoídas, olvidadas en el tiempo.
Súplicas que se lleva el viento.
Son víctimas abandonadas.
Cunetas de la vergüenza…
“No removamos conciencias”.
Disculpen sus eminencias.
Desde Bilbao a Sigüenza…
De Granada hasta León.
Desde Cádiz a Teruel…
España regada de hiel.
Ignorado hasta el perdón.
Democracia mutilada,
la que olvida la justicia,
legitima la malicia…
La dignidad derrotada.
“No abramos viejas heridas”,
acusan los herederos,
repletos sus monederos,
sus conciencias bien dormidas.
Familias que no descansan,
que luchan por el recuerdo
del padre, la madre, el abuelo…
El tiempo se les avanza.
Cada fosa abierta, un paso,
un grito por la memoria.
Que no se repita la historia,
que a los muertos hagan caso.
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