A la columna minera

Escuchasteis la voz de la llamada
y a ella acudisteis sin pensarlo
en aquella premonitoria madrugada
en la que la noche ya clavaba sus garras.

La tierra ha llorado vuestros pasos
llevándose el secreto de vuestros ojos
almas de las flores y de los ocasos
que ahora reinan en mi recuerdo marchito.

Cada uno de los testigos del cielo
porta vuestro nombre imborrable
y cada noche delante de los sueños
aparecen fugaces e inmortales.
Pero no hay ojos con miradas
capaces de ver vuestra estela
y el olvido, de metal y escarcha,
los desgarra cada noche,
cada maldita noche sin vuestras almas
y los deshace con sus falsas promesas
y sus luchas de papel y de baladas.

Pero yo sigo escuchando llorar la tierra
y las flores del campo se vuelven rojas
como vuestro alto corazón sobre las sierras
cruzando desde la mina hasta los llanos
en nombre de la libertad y contra la guerra,
fue la primera voz del alba de los pueblos.
Y siento el dolor de las balas traidoras
cruzando el cielo hasta vuestros pechos,
cuerpos caídos y mutilados en las horas
del clamor del sol y de la noche sin luna.
Donde todo fue esperanza, lloran
los ancianos, los niños y los héroes.
Aún se estremece la calle recorrida
por la noticia de vuestra derrota:
huellas de sangre, llanto y vigilia
caminan por todas sus arrugas,
pero el olvido y el silencio gritan
y ocultan el dolor insoportable
de vuestra segunda muerte tras la vida.

Cada uno de los ríos del corazón minero
se han teñido del color de vuestra sangre,
la que pusisteis frente a los cuervos
y frente a las llamas de la barbarie.
No habrá nuevos obreros ni esperanzas
que no porten cada uno de vuestros nombres
sobre sus frentes y en el centro de sus alas,
mineros y héroes de la patria del pueblo
la de vuestra alta estrella escarlata
dibujada en el centro de su pecho.

El mar ha llorado vuestros pasos,
allí donde partía el mineral usurpado para siempre
de vuestros cuerpos y sudores vallados,
donde el dolor se desvanece en el horizonte.

No hubo despedidas, ni más estrellas
dibujadas sobre el cielo
porque todas las luces bellas
quedaron refugiadas y defendidas
en el valor de vuestros ojos y en sus cuencas.
Ni el metal ni el infierno sobre el río
detuvo vuestros corazones de justicia
ni la muerte lo logrará jamás.

No volverá a haber música en esta tierra
hasta que el negro mar del olvido
devuelva la voz a vuestra garganta fiera,
alta, resonante, cargada de futuro.
Vosotros que empuñasteis la mina misma
para defender la libertad y la justicia
cuando se os fue pedida hasta la vida,
no podréis morir.

Y volveréis a caminar sobre esta tierra,
porque os debemos nuestros labios,
y volveréis victoriosos frente a las arenas,
porque os debemos la voz de nuestras gargantas,
y volveréis empuñando la misma bandera
porque os debemos la poesía y la esperanza,
y volveréis libres sobre esta tierra
porque viviréis para siempre en nuestra memoria.

 

 

Para saber más sobre la columna minera de Riotinto

Mi blog  

El testigo de la luna

La alta luna sobre la noche oscura
miraba pálida las calmadas aguas
y dormía el sueño bajo su cuna,
silencio, calladas las guitarras,
silencio, la calle expectante,
silencio, la sombra acechaba.
No era una noche cualquiera
aquella noche de aquel verano
las calles vacías caían esbeltas
al paso de una famélica legión,
portando en su seno abanderado
la esperanza y en su corazón,
el corazón mismo de la tierra.
Todos formaron, todos avanzaron
su paso firme de atronador barreno,
su voz profunda, el torrente del minero,
su corazón infinito, pilar de todo valor,
y avanzaron bajo la luna sobre la noche oscura,
y la luna miraba inquieta con su sonrisa de plata
y los cantos abandonaron los pueblos y plazas
y fueron clamor de pueblos lejanos y plazas nuevas.
Bajo la luna sobre la noche oscura,
en sus rostros ennegrecidos brotaban
astros de nácar y en sus ojos la luna
brillaba firme y presa de la luz amada,
determinada a iluminar luchas y senderos
por los que transcurriría libre el mañana,
el sueño y el sentir de los puños obreros,
su refulgente luz sigue brillando bajo nuestros días.
No fue la luna la única blanca figura
ni la sombra de la noche su forma más oscura,
sino las ortigas, punzantes y traidoras
que crecieron voraces y hediondas
portando muerte donde vida, llamas
donde sed, yugos donde libertad
y donde esperanza, lágrimas.
Allí en la plaza donde las ortigas
habían crecido, allí en La Pañoleta
a las puertas de Sevilla,
allí donde los mineros cayeron,
allí se pudran todas las malditas ortigas,
viriles y traidoras.

 

El testigo de la luna

A ti, Palestina

A ti, Palestina,
pueblo arrojado de su tierra.
A ti, Palestina,
que yaces bajo las escombreras.
A ti, Palestina,
que te matan y te entierran.
A ti, Palestina,
hasta ti mis lágrimas trepan
en silencio y en agonía,
mar de flores muertas
en el hueco de las sonrisas
de tus hijas de arenas
y de las flores de tus ausencias.

Quiero llorar tu llanto
a través de los mares y las sierras.
Quiero hablar tu voz
en este silencio que me quiebra.
Quiero tallar tu nombre
en la carne de mis letras.
Quiero no olvidarte,
Palestina contra las hiedras.

A ti, Palestina,
corren corceles blancos
frente a tu espiga,
sembrando de cadáveres tus campos
y de desierto tu sonrisa.
A ti, Palestina,
incendiada de olores y de fangos,
asfixiada de mentiras.
Tú, que resistes y te enfrentas,
tú, que tienes el nombre de la vida
escrito sobre tu cintura.
A ti, Palestina,
hija del mar y de la Luna,
a ti, Palestina,
mis ojos y mis manos.

Quiero ser las lágrimas
que te han negado.
Quiero ser la garganta
de la voz que te mataron.
Quiero ser la carne
de los huesos que te han arrancado.
Quiero buscar tu nombre
entre las pieles secas del ocaso,
quiero encontrarlo desnudo
en los ojos de los pueblos que te han amado.
Tu grito y mi grito: Quiero libre
a tu gente y a tus campos,
a tu nombre y a tu vida,
a tus aguas y a tus manos.

A ti, Palestina,
te escribo desde el abismo de mi sangre,
sin más luz que la de tu vida,
sin más tinta que mi carne
y a ti te grito, Palestina,
porque tu dolor es el mío
y mis lágrimas son las tuyas.

A ti, Palestina,
pueblo del jazmín y de la Luna,
tu pecho abierto y tus venas rotas,
tendríamos que escribirte, una a una,
todas las estrellas del cielo.
A ti, Palestina,
que resistes y te enfrentas,
a ti, Palestina,
que te desangras con nuestras guerras,
que mueres en nuestro silencio,
a ti, que galopas por tus tierras,
mis ojos y mis manos,
mis lágrimas y mis venas,
a ti, Palestina.

 

Oración en el huerto

“Padre, si es tu voluntad, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.”
Lucas 22:42

Abrir los ojos y cerrar la boca.
Abrir los ojos para no apartar de mí
esta copa. Cerrar la boca para que se haga
mi voluntad y no la de quien olvida que la alerta de vida
es innata al ser. No viene como temporal de lluvia.
Extender las manos y apartar los pies.
Condensar el vapor con palabras que no pronunciaré
al leer un suceso. Suspender el agua de los tejados,
aquellos que no habitas porque reina la provocación.
Y si es posible, aparta de mí a quienes violan,
a quienes sorprenden el alud, a quienes matan.
Aparta de mí, a la misma muerte y a quienes viven
en la desgracia tras atravesar el Mediterráneo
en una balsa de jabón; a quienes apuñalan,
a quienes juegan con los panfletos de desaparecidos
esparcidos por el suelo. Y no atropellaré a la vida que florece
al quebrar la solidez del mismo suelo que piso. Y sus pétalos,
óyeme bien, anidarán mi ánimo. Y llenarán mi copa.

Gema Albornoz

Barcelona

GUARDADO POR CAROL AGUILERA EN PINTOREST

Mimos en las Ramblas de Barcelona  – Guardado por Carol Aguilera en Pinterest

Porque me cuesta reaccionar con versos ante la locura. Porque me asustan ciertos mimos. Porque sangro en el alma desconcierto. Porque sólo es el llanto y el silencio ante la herida que se agranda frente a la noticia. Porque no me salen las palabras frente al dolor. Porque se me paralizan los sentidos ante la maldad. Porque me siento débil ante lo perverso… Pero hay un momento , aunque no sepas cuándo… te brotan las palabras, se desborda el alma y dentro, muy dentro, se alborota en desorden la rabia al saber que los inocentes ya somos rehenes de los culpables. Y ahí comprendes que en la tragedia triunfa el amor y no hay  lugar para independencias… En ese instante, todos somos uno, y es ahora, que puedo escribir en acróstico: BARCELONA.

Bruscamente parada la vida entre las flores

Amargo es el perfume de la sangre vertida

Recojo odio en las ruedas de un furgón desbocado

Caballo enloquecido por intrigas ajenas

Encendidas de fobia matando en las aceras

Locura de un dios viejo que trastoca el sentido

O encarcela en las sombras la idea de la vida

No podrá con el miedo, tampoco con el orden

Aunque mate los sueños… ¡Nunca, la libertad!

©Julie Sopetrán

A punto de rebosar

Drinking glass. Foto: Pexels. CC0 Public Domain.

Hasta el borde
y a punto de rebosar.
Llega el fin
y acaba de empezar.
Tabula rasa.
Mi experiencia no nació
en parto natural.
Seguí el rastro de cada ruido
y guardé sus vibraciones
y silencios.
Me escondí tras cada proyección
y capté por mi ojo
aquello que recibía  
y expulsaba.
Anoté con timbre oficial
cada localización,
paraje durante la fulminación,
de mi idea pretenciosa
de un mundo con aspiraciones
de quietud y sosiego,
tan difícil de alcanzar.
Un día al levantarte:
hasta el borde,
a punto de rebosar.
La credibilidad
en un linaje
sin lazos,
sin escrúpulos,
ni raíces:
la humanidad.

Gema Albornoz

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Tristeza

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Lágrimas llueven
por las calles vacías
donde el silencio grita.
Todas las muertes
son la noche en el puente
por donde cruza el miedo.

©Julie Sopetrán