Ha aparecido un cuerpo — Emociones encadenadas

Sobre el terreno busco
pistas para respaldar
esta rabia con palabras.

Moderan el par de minutos
en la cama, la ilusión
voluntaria, la exclamación
de la pantalla y el trago
de sangre. Intercede la
melancolía navideña y
tres pasos más.

Ninguna de ellas me concilia
con esta realidad en la que
hay que soñar para que ningún
criminal sorprenda a alguna
chica en una esquina, en una
calle, en una carretera,
en un portal, en un parque.

Otro cuerpo hallado,                        otra víctima
mortal, otro asesinato por

violencia                                                machista.

Soñar otra posible existencia.
Juzgar el poder de ser                          muerte
de una vida que no les pertenece.
Manifestar rechazo.
Gritar un                                                hasta cuándo.

Llevo dos días intentando
poner palabras al deleznable
hecho que se repite cada
cierto tiempo:una mujer pierde
la vida
por                   ser                                        mujer.

Y sigo sin entender
por qué.

Y sigo maldiciendo
por qué.

a través de Ha aparecido un cuerpo — Emociones encadenadas

Manifestación tras la sentencia

«Because men are men, and women are women. We must not fly in the face of nature».
«Are Women People?», 1915.

Alice Duer Miller.

 

Cinco puntas de estrella clavadas en mis ojos.
La custodia de mi espalda
la ejerce mi igual.

Volví a escuchar a
aquellos fantasmas de 1915.
Me susurraban que estaba loca, que
acallase mis neuras y no gritase fuera
de mí —contra natura.

Pasé mi brazo por el suelo,
me deshice de mis ropas y
extendí la mancha del flujo de mi sangre
y mi silencio, haciendo una senda un río.
Despertaron como mariposas sanguinolentas
y echaron a volar. Me quedé desnuda, herida y con
los malditos fantasmas del pasado —pasado, que
nunca fue mejor—, malditos. Lucho por mi propia
humanidad, mientras hay hombres que van contra ella.

Me levanto y alzo mis manos vacías.
Alguien paga un precio y alguien es el precio,
así ha sido hasta ahora. ¿La furia también será ciega?

Cinco puntas de estrella clavadas en mis ojos,
quien me las quita, se las coloca como insignia
y ambos poseemos, con ellas, una distinción.

Vomitemos las palabras

YO TE CREO

Hace frío, impacable se adentra
en mis tripas.
Se revuelven, dando vueltas
a mi estómago.
Una boca articula palabras,
resuenan mientras
las niego.
“No hubo agresión sexual,
sino una relación consentida y placentera”.

No. No. No. Tres veces no.

El café enluta,
se hace más amargo.
Probablemente, ya han destrozado
la corona de Puta sobre su cabeza.
Probablemente, siga con una vida
fraccionada.
Probablemente, quienes escuchamos
cómo una víctima habla de una agresión
sexual, en un portal, la vivimos
repitiendo lo que ella ya vivió,
siempre que no vomitemos las palabras
perdidas en aquel portal. Y levantemos
el vómito más alto que su propia voz.

Fragas do Eume

El latido del bosque

Siempre fue el bosque refugio de ninfas y pastores, morada del amor y albergue de la fantasía. En los claros del bosque danzan los dioses antiguos y en lo más hondo se refugian los proscritos; los maquis se lamen las heridas de la derrota al tiempo que los enamorados primerizos retozan al abrigo de las sombras.

El bosque es la casa inacabable de ardillas, linces y corzos; mariposas, libélulas y mantis religiosas. En las noches de celo se oye la berrea de los machos; el cielo del bosque es un clamor de pájaros.

Y si agudizas el oído, podrás escuchar un bisbiseo que viene de las hadas, los duendes, y los enanitos de Blancanieves.

Si te coge la caída de la tarde sobre el Eume, verás una serpiente de cobre salir de un bosque encantado; sin embargo estos días parecía un chorro de lava emergiendo de las entrañas del volcán. ¿Dónde habrán ido a parar las ninfas y pastores del Eume? ¿Dónde los corzos, ardillas, mirlos, águilas culebreras, mariposas, hadas, enanitos y duendes? ¿Sobre qué manto de hierba se dejarán caer los enamorados? ¿Por qué tanto desmán o descuido?

Dicen las autoridades que el fuego está controlado y que han hecho lo que había que hacer. Pero muchos paisanos vuelven a gritar Nunca Máis y reclaman que el bosque esté mejor cuidado.


Esta entrada la escribí hace algunos años, cuando el incendio de las Fragas del Eume; hoy vale lo mismo.

En estos días arde todo el noroeste de la Península Ibérica: el norte de Portugal y las Comunidades Españolas de Galicia, Asturias y parte de Castilla y León; hay más de cuarenta muertos. Y hay que repetir: 

«Dirán las autoridades que el fuego está controlado y que han hecho lo que había que hacer. Pero muchos paisanos vuelven a gritar Nunca Máis y reclaman que el bosque esté mejor cuidado».

 

Imagen: Fragas do Eume, por publikaccion, bajo licencia de Creative Commons (CC BY).

Mi bandera

Crumpled. Gerd Altmann. CC0 Creative Commons.

Mi bandera
perdió el color
y las siglas.

Ondeó, tantas veces,
su historia que decidió
desteñirse; ser blanca,
inmaculada.
Sensata
ante cualquier presión
que arremetiese contra mí.

Esa mi bandera.

Mi bandera
espera en silencio,
adentro.

Sale a corazón abierto
con las sonrisas que veo.

Eleva un cántico en coro
con arterias y venas.

Todo mi cuerpo
hace reverencia
cuando aparece.

¿Dónde mi patria? —pregunta.
¿Cuál mi emblema? —cuestiona.
Tierra—le digo.

Tierra calma
para la cosecha,
cuando llega
nueva primavera.

Cuando entonces.
Cuando nueva primavera
llega.

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207 años de independencia

207 años de independencia. ¿Cuál es el júbilo?

Estamos a unos cuantos días de iniciar con los festejos del aniversario de la independencia de México.

Nos independizamos de los colonizadores, de los reyes de España, alegando falta de libertad, malos tratos, falta de igualdad ante los nacidos en la Madre Patria y los llamados criollos; las condiciones laborales esclavizantes, la mutilación de tradiciones ancestrales y un sinfín de inconformidades más.

Ahora, dos siglos después, el festejo de independencia es solo un excelente pretexto para tomar tachas y emborracharse con tequila al ritmo de un mariachi reguetonero. Da lo mismo la crisis de todo, lo de hoy es el desmadre.

El estigma de una pseudoindependencia es manifiesta desde el momento en que los medios nos han vendido un modelo arquetípico para festejar, ese híbrido acoplado con trozos de una cultura, mutilaciones de otra y remiendos de otra más. Aquel «charro cibernético» que menciona sabiamente Rodrigo González en su rola Tiempos híbridos, como la exacta parodia del modelo europeo contra los mugrosos intentos de globalización de los países tercermundistas, perdón, de economías emergentes. Quizá no dependemos ya de la reina Isabel o del rey Fernando, pero sí estamos subyugados, a la vista de todos, por un puñado de cínicos rufianes, por emplear un eufemismo.

La triste realidad es esta: vivimos esclavizados por nuestro conveniente conformismo; de nuestro silencio e indiferencia; de nuestra total falta de interés en los temas políticos y sociales. Recibimos malos tratos de los gringos, la discriminación sigue más presente que nunca, las condiciones laborales jamás han mejorado ni a raíz de la creación de sindicatos que solo sirven para descontar una cuota cada semana del mísero ingreso del trabajador que, ahora, más que nunca, se ve vapuleado por las famosas reformas. Volteen a ver a ese sector de la población al que no le preocupa la situación actual del país, ¿ya los ubicaron?

Vemos poco a poco como se pierden los valores, el querer seguir modas y ser nice hace que nosotros mismos despreciemos nuestras tradiciones ancestrales, de las que debemos estar orgullosos por el simple hecho de que representan nuestra identidad y unas raíces antropológicas que cualquier país del mundo desearía tener en su historia. Hagamos a un lado ese falso nacionalismo que desde el preescolar nos inculcan y que casi en su totalidad está basado en ficción.

Los recursos que emplea el gobierno para festejos bien podrían ser aprovechados en otros sectores más ávidos de atención y cuidado como lo es la seguridad pública o la educación, solo por mencionar algunos de la larga lista de deficiencias. ¿Qué es lo que se festeja realmente? ¿Cuál es esa libertad que nos causa tanto júbilo? Si nuestra libertad se ve coartada por individuos en camionetas de lujo con el más sofisticado armamento, una impunidad descarada y un poder compartido con las supuestas autoridades.

Para mí, no hay nada que festejar.

La independencia de España fue hace 207 años. Ahora somos dominados y sometidos por gobernantes, funcionarios, policía, crimen organizado, etc. ¿Por qué somos tan tontos? ¿Por qué nos volvemos esclavos de unos cuantos? Nosotros somos más.

Quizás a la larga no hubiese sido tan diferente seguir siendo una colonia española, piénsenlo por un momento, hablaríamos con la «c» y los fines de semana comeríamos fabada, no está tan mal.

¡Joder!

La noche fue larga  – Emociones encadenadas

La noche fue larga.
Vi a Lorca,
hace 81 años,
con unos focos sobre él.
Antes de su “Yo confieso”
la luna se fue.
No quiso verlos.
No verá el amanecer.
La noche fue larga.
La luna se fue.

Picasso y Dalí gritan:
¡No tenemos miedo!

Elefantes rojos,
rosas levitando.
Mis paredes
y la vida de azul.

La noche fue larga.
La luna se fue.
Sueño que no florezca el terror
donde otros siembran miedos.
¡No tenemos miedo!— gritan.

Que no se aplauda el dolor
donde quien pena
batallas libró
por ríos rojos en el asfalto.
¡No tenemos miedo! —gritan.

Que tiemble la tierra
por las letales pisadas
de quien se abandera de paz,
de cordura, de esperanza,
de vida, de unidad,
de lucha contra la injusticia
armada;
quien no se cansará de gritar:

¡No tenemos miedo!

¡Basta ya!
Gema Albornoz