¡Cuánta mujer marchita
en la flor de su núbil juventud!
rea de un troglodita
que asoló su virtud
tratándola con infame acritud.
Gritos de dolor, llanto,
el horror se agazapa tras la puerta
cerrada a cal y canto.
La madre yace muerta,
en los ojos de su niño, el espanto.
El cobarde asesino,
mortal enemigo, marido y padre,
decidió el cruel destino
del hijo y de la madre
y en la sociedad, no hay perro que ladre.
El “héroe” de la historia,
asomado a un atisbo de cordura,
el suicidio, la gloria;
ve en la muerte ventura
para escapar de su impía locura.
¿Qué obscura sinrazón
infecta a la sociedad actual
que no ve la ocasión
de desterrar el mal
que corre por sus venas, cual caudal?
Obvia el letal veneno,
absorta como está en sus vacuidades,
fluyendo tan ajeno
a prístinas verdades,
que muestra sin cesar sus necedades.
Y dormimos tranquilos,
aun conviviendo en la misma escalera,
el vecino machista
y su fiel compañera
que en un infierno vive y desespera.
©Rosa María Lorenzo
Es verdad, no debemos acostumbrarnos a convivir y tolerar la violencia machista. Gracias por compartir estas fuertes palabras, Rosa.
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No debemos aceptar y convivir con la violencia en general, con toda la violencia. La impotencia se hace tan grande como el mundo mismo. Besos a tu alma.
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Es cierto, nuestro silencio, el silencio de tod@s favorece al maltratador/ra y no a la víctima. Abrazos.
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